miércoles, 22 de septiembre de 2010

Contracorriente



Pocas veces he visto una película peruana, en que su locación, su espacio, su universo, se escape, digamos,de una nacionalidad.
Lo digo por que si nos ponemos a pensar, esa jerga, esa pendejada criolla, la choleada, y la pitucada limeña, abundan en nuestro celuloide.
Filmado en Cabo Blanco; viendo la película hasta podría pensarse que es una isla, alejada de la realidad.
Un trio de actores formidables en sus interpretaciones, personajes que cualquier actor profesional desearía tener la suerte de interpretar, como un reto a su carrera.
La escena del sofá hace recordar a doña Flor y sus dos maridos.
Gratamente se encuentra entre las escogidas para participar a la carrera del Oscar.
Una historia de amor y muerte.

Una película altamente recomendable.